LA PROVIDENCIA
«Dime, Padre común, pues eres justo,
¿Por qué ha de permitir tu providencia
Que, arrastrando prisiones la inocencia,
Suba la fraude a tribunal augusto?
¿Por qué ha de permitir tu providencia
Que, arrastrando prisiones la inocencia,
Suba la fraude a tribunal augusto?
»¿Quién da fuerzas al brazo que robusto
Hace a tus leyes firme resistencia,
Y que el celo, que más la reverencia,
Gima a los pies del vencedor injusto?
Hace a tus leyes firme resistencia,
Y que el celo, que más la reverencia,
Gima a los pies del vencedor injusto?
»Vemos que vibran victoriosas palmas
Manos inicuas, la virtud gimiendo
De triunfo en el injusto regocijo.»
Manos inicuas, la virtud gimiendo
De triunfo en el injusto regocijo.»
Esto decía yo, cuando riendo
Celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego! ¿es la tierra el centro de las almas?»
Celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego! ¿es la tierra el centro de las almas?»
Bartolomé Leonardo de Argensola (1562–1631)
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